La entrevista. Ella habla con ella. Una pregunta, la otra responde, piensa, vacila. Una intenta penetrar y la otra bucea en su interior; intenta reflexionar una experiencia, un proceso, que siempre es o implica para el actor, un viaje interior.
El viaje comienza, una ficción paralela de otro y de ella misma que se encuentra en el borde, al filo de su propia nada. El quiebre, una hemorragia interior.
La primera caída. Otro paralelo (las placas), un motivo para ilustrar los laberintos del pensamiento, de nuestra ficción personal que necesita urdir tramas y crear complots.
Encuentre una relación, siga una pista, luego otra y otra, haga su propia serie, hasta saberse absurdo de tanto asociar cosas. Voluntad de coleccionista o astrólogo. Ella, su vestido-casa-prisión-pantalla-paracaídas-extensión. Nudos y cuerdas (difíciles) para mutar y camuflar su identidad femenina, porque sí, eso de ser mujer….Como tan raro a veces. Golpes, sonido, acompañamiento. Un ambiente necesario en la puesta, que por momentos se vuelve repetitiva, mucho énfasis (claro, se trata de ella misma), pero también se pone intrincado el viaje, por el recurso visual allí tan vivo y constante.
No te permite olvidar que asistís a un evento, a una exposición. La magia. Un bosque de nervios, vestidos y máscaras virtuales, fragmentos de un cuerpo manipulado, intervenido y revelado. Asisto a un encuentro, el de W. con su multiplicidad y su miedo, la cueva helada del yo afirmado y negado al tiempo. Asisto y encuentro la voz de un autor, de sus obsesiones y experimentos. Soy espectador de un evento público y personal en el que la mirada se mantiene conectada con la escena, aunque la mente viaje a través del discurso, aunque el espíritu persiga a la razón esquiva y se apoye seguro en la intuición, a veces más firme.
Ana Carolina Arcila Valencia